Ricardo Alemán
Uno de los signos que empieza a distinguir a la naciente elección presidencial es que los candidatos de todos los partidos creen, suponen o imaginan que los ciudadanos, en su calidad de votantes, son idiotas. ¿Y por qué esa percepción?
Porque así lo dejan ver los mensajes, discursos, estrategias o, incluso, las imágenes que han producido los candidatos y sus respectivos partidos, en los primeros días de sus candidaturas o, incluso, a lo largo de sus muy largas trayectorias políticas.
Imágenes que suponen que los ciudadanos y electores son idiotas o, incluso, que se aproximan al retraso mental. ¿Ejemplos? El coordinador de campaña del PRI, Luis Videgaray, quien colocó ayer en Twitter una imagen de los zapatos usados por Peña Nieto, durante su visita a Comitán, Chiapas. Para el señor Videgaray es digno de propaganda que Peña Nieto se enlode los zapatos en la campaña.
¿Qué quiere decir a los electores el señor Videgaray? ¿Acaso cree que son idiotas y que se van a tragar el cuento de un candidato que se mete a lo profundo de la pobreza, por enlodarse los zapatos? No, lo cierto es que las imágenes al estilo de “Ernesto Zedillo boleando los zapatos de un transeúnte”, más que mostrar a un político en faena, suena a insulto a la inteligencia y al sentido común.
La ofensa es mayor si se toma en cuenta que compromisos como el de reducir en 100 el número de diputados plurinominales, es parte de una iniciativa que echó abajo el PRI de Peña Nieto, apenas en la más reciente reforma electoral.
Pero Peña Nieto no es el único. Todos han visto los mensajes de la señora Josefina Vázquez Mota, sobre todo un spot en donde la ex secretaria de Educación presume que en su gestión logró que los profesores alcanzaran una plaza, luego de la evaluación de sus capacidades. En efecto, es un gran logro, pero también es cierto que la señora Vázquez Mota se quedó muy lejos de una gestión de excelencia al frente de la SEP. ¿O cree que los electores son idiotas?
Tampoco es todo. Lo cierto es que pocos entienden el eslogan de Vázquez Mota, de que el suyo será “un gobierno diferente”. ¿Diferente de quién o de qué? Y es que si busca una “diferencia” real, la señora Vázquez Mota debe romper de manera clara, respecto del gobierno de Calderón. ¿O acaso cree que los electores son idiotas?
Pero el candidato que se lleva las palmas, que camina sobre una montaña de mentiras, y que imagina que los electores padecen amnesia o, de plano, cree que son idiotas, es el señor Andrés Manuel López Obrador.
El aspirante presidencial de las llamadas izquierdas ha enderezado mentiras y mitos históricos, como el supuesto fraude electoral de las elecciones de julio de 2006. Han pasado seis años, se han hecho reformas electorales, se ha destruido el IFE y no existe una sola evidencia del supuesto fraude. Pero, eso sí, el señor López va por el país pregonando que va a ganar “por segunda ocasión”. No ofrece ni una sola prueba, y engaña con el cuento del fraude. ¿De verdad cree que los electores son idiotas?
Sin tener una sola prueba, pregona que los medios de comunicación le cierran las puertas; inventa que esos medios construyen la candidatura presidencial de Peña Nieto y, otra vez sin pruebas, dice que el PRI gastó en los primeros días de campaña decenas o centenares de millones de pesos. En el extremo de las mentiras, dice que las encuestas que lo colocan en tercer lugar de las preferencias —con 30 puntos de distancia de Peña Nieto— “son cuchareadas”. Es decir, que detrás de ellas persisten las perversiones para dejarlo al final de la carrera presidencial.
Está claro que los fanáticos del tabasqueño creen todo lo que su mesías quiere que crean. Pero, más allá de fanatismos, ¿alguien con un dedo de frente, con un milímetro de sentido común y sensatez, puede creer el cuento del fraude, la mentira del bloqueo de los medios, la construcción de un candidato gracias a Televisa o a los perversos concesionarios? ¿Alguien con un poco de sentido común puede creer que todas las encuestas están equivocadas o, peor, que todas pactaron colocarlo en tercer lugar?
En el fondo, AMLO no sólo cree que los electores son idiotas, sino que los trata como idiotas e imbéciles, capaces de creer la montaña de mentiras que inventa y pregona por todo el país. Pero el problema es mayor si concluimos que el liderazgo de AMLO es una grosera autocracia, en donde nadie puede decirle que comete un gravísimo error, y que pasará a la historia como el sepulturero de la izquierda. Al tiempo.
EN EL CAMINO
Al final, el locuaz diputado Fernández Noroña abrió los ojos. ¿Qué, no?