En un Gobierno en el que las Deudas, los Impuestos, los
Errores y los Muertos sean declarados "PATRIMONIO
NACIONAL".
El discurso del adiós.
Felipe Calderón sorprendió el martes por la mañana con un improvisado informe presidencial. Fue un discurso dedicado a exaltar los logros de su gobierno. Una arenga que destiló el sabor de los informes de los presidentes priistas de los 70, optimistas, festivos, plagados de medias verdades. A partir del primero de abril y hasta cerradas las casillas electorales el primero de julio, el presidente ya no podrá presumir ninguno de esos logros. Conoce los detalles.
28/03/2012 .
Felipe Calderón adelantó su despedida. Fue el balance con sabor a final de un sexenio que aún no termina. Enmarcado en un adiós forzado, obligado por las nuevas reglas electorales.
El presidente cerró ayer las puertas del Auditorio Nacional para consumar lo que no se le permitió hacer en cinco años en San Lázaro. Rendir su sexto informe de gobierno a nueve meses de que entregue la banda presidencial.
Fue un adiós con olor y sabor a antaño. A los discursos rancios y triunfalistas del PRI de los 70. Esas arengas en las que cada mandatario reinventaba la nación, curaba todos los males y le heredaba a su sucesor los más elevados indicadores mundiales.
Se trató de un discurso para ensalzar a un gobierno escriturado a su medida, aunque los impuestos, los errores y los muertos sean declarados patrimonio nacional. “Mi gobierno hizo…”, “mi gobierno promovió”, “mi gobierno alentó”.
Aunque los indicadores reales revelen otra realidad. La de un gobierno que tomó la valiente decisión de combatir el crimen organizado, pero que trazó la estrategia y se la encomendó al cómplice equivocado. Será el primer presidente sobre quien pesen 50 mil muertes, más las que se acumulen de aquí a diciembre.
La realidad de un gobierno que recibió ingresos petroleros récord en la historia del país y que elevó 50 por ciento la deuda externa que le dejaron. Y esa borrachera de petrodólares y pagarés terminó por producir 12 millones de pobres más. ¿A qué bolsillos fue a parar esa jauja macroeconómica tan festejada?
Pero ésas son ganas de ver los prietitos en el arroz. Lo urgente era aprovechar los últimos días de gozo solitario del poder presidencial. Felipe Calderón sabe que a partir de la madrugada del primero de abril y hasta el cierre de las casillas el primero de julio, nada podrá decir de todo lo bueno que hizo “mi gobierno”.
El presidente es el primer inquilino de Los Pinos que vive en carne propia el estrés de esa novedosa veda electoral. La que no permite, durante los tres meses que dura la campaña, que la Presidencia promueva logro alguno o que presuma alguna obra.
Una camisa de fuerza muy injusta, es cierto, si se considera que cualquiera de los cuatro candidatos presidenciales podrá censurar la obra calderonista. Pero ésa es la injusta e inequitativa nueva legislación electoral. La que todos claman que ya urge modificar.
Por eso a Felipe Calderón se le hacía tarde para convocar a su despedida de ayer en el Auditorio Nacional. Sabe que cuando se levante la veda y quiera presumir los últimos logros, México estará distraído con los reflectores de quien será ya su sucesor electo.